Opinion

Diversidad Biológica (COP16)

Mario Arias Gómez

Por: Mario Arias Gómez.

Mañana domingo (10:00 a.m.) se inaugura la décimo sexta Conferencia de las Partes del Convenio sobre la Diversidad Biológica COP16 -el acontecimiento global más significativo en materia de biodiversidad y diversidad ambiental, como el más importante evento en la historia de Cali -la hermosa, hospitalaria-, ‘sucursal del cielo’, ‘capital mundial de la salsa’; congregación ecuménica a realizarse entre el 21 de octubre y el 1° de noviembre; auténtico hito para la ciudad que contará con la presencia de 10 jefes de Estado y cerca de 14.500 visitantes de 190 países, un verdadero logro para el Gobierno Nacional.

Como imagen oficial del magno suceso se determinó: ‘La flor de Inírida’ (que nunca muere), endémica especie originaria del Guainía; como eslogan igualmente se acordó: ‘Paz con Naturaleza’, símbolos que se esperan precisamente induzcan la protección -para siempre- de la vida y la paz universales con la naturaleza.

Espacio de discusión y negociación del Convenio sobre la Diversidad Biológica (CDB) y contención de la apocalíptica “policrisis” medioambiental: el cambio climático, la decadencia de la biodiversidad y la contaminación química, explícita tríada formalizada en el primer borrador del Marco Mundial de la Biodiversidad Post-2020; instrumento vinculante referido a la conservación, restauración y protección de los ecosistemas y especies en la naturaleza.

Vitrina -la COP16- en la que Colombia -país anfitrión, megadiverso-, “la Arabia Saudita de la biodiversidad” -según Edward O. Wilson (1969-2021)-, se acredita -con sus dos mares- como el segundo país más rico en diversidad de especies de flora y fauna y ecosistemas del cosmos, con extraordinarios, impactantes paisajes naturales, atados a las cordilleras y valles interandinos, la Orinoquía, las planicies del Caribe y la Sierra Nevada de Santa Marta, las selvas: amazónica y del Pacífico.

Edén decorado con 1969 especies de aves (registradas) que residen y reproducen, agregadas 161 migratorias, 16 de las cuales llegan del sur del continente en el invierno austral y 123 (más) en el boreal, superando con creces la mayoría de las naciones del orbe; narrativa que complementa 3.877 especies de coloridas mariposas que avala al país con el mayor número de lepidópteros en el planeta tierra.

Encuentro que se ocupará -además- de la defensa -prioritaria- amazónica, dispuesta en la Cumbre de Río (1992), compromiso cuyo cumplimiento por los consorciados deja mucho que desear, causa básica de la actual problemática ambiental y climática de las últimas décadas, producto del incremento exponencial de la emisión de gases de efecto invernadero -62 % desde 1992-, aunada a la pérdida -imparable, ingobernable- de la cobertura arbórea que, de 13,4 millones de hectáreas en 2001, aumentó a 22,8 millones en 2022.

Suicidas: deforestación, cambio de uso del suelo y del mar, impulsores de la extinción -irreversible- del 30 % de la biodiversidad global, inestabilidad climática, ciclos del agua, con graves consecuencias -irreparables- ambientales; crucial, fundamental asunto de vida o muerte, en cuanto al cambio climático sobre el que se tienen datos cuantitativos precisos, respecto a la biodiversidad. En los dos últimos siglos han desaparecido cerca de 600 especies, con el riesgo de la pérdida de vida de más de 5.000 especies de mamíferos, aves, peces y anfibios.

Estamos viviendo -sin duda- el final del mundo que conocemos y el comienzo de otro que se vaticina difícil y menos amigable, incluso, si solo se pensara en lo ambiental, urge -por sobre todo- la contención de la emisión de gases de efecto invernadero, cuyas metas han sido sistemáticamente burladas, postergadas, soslayadas, aunque -digámoslo en gracia de discusión- puede ser, no a la falta de decisión política, o por incumplirlas y/o evadirlas, sino porque ponerlas en práctica demanda de cambios sustanciales, estructurales, organizacionales; canje  de costumbre que toman tiempo.

Se espera que la COP16 acuerde, movilice la cooperación internacional, los recursos financieros para adelantar campañas permanentes de sostenibilidad de la biodiversidad, que detenga, apacigüe al menos su pérdida, tomado en cuenta la proporcionalidad en el grado de contaminación, degradación, destrucción ambiental de los grandes consumidores de energías fósiles, carbón y derivados.

La bitácora de Greenpeace –organización internacional que usa la acción directa no violenta para denunciar y prevenir los problemas del medio ambiente y la paz-, lucha porque la temperatura no alcance el tope de 1,5° centígrados, que actualmente ronda el 1,1; asimismo busca que la concentración del CO2 en el espacio, retorne a la barrera de 350 partículas por millón -hoy en 424- nivel que comporta un “clima estable”.

Información climática que adolece -dicho sin ambages, con claridad- del aura de confiabilidad, exactitud, rigor, de nulo apego por la verdad, ejemplificada por las mediciones -recientes- de las temperaturas de gigantescos volúmenes, como la atmósfera, o la variación del nivel del mar; las mediciones históricas son meras estimaciones. Pretender el delirante disparate de reducirlas a décimas de milímetro, es prueba -fehaciente- del cientificismo imperante. ‘Fake news’ etiquetadas como “irrefutables”, aceptados por crédulos compulsivos a pies juntillas.

El espeluznante, inédito, lóbrego pronóstico –más propagandístico que científico– sobre la mutación climática, la destrucción -inminente- del mundo, de la vida, presentado en el escenario multinivel (semivacío) de la ONU, por el trastornado, monotemático presidente Petro, con inaudita vileza; pueril, recurrente cantaleta, orientada a desviar la atención sobre la crítica situación humanitaria, la polarización, putrefacción, violencia, incontenibles, acrecentadas en el negligente desgobierno (el suyo).

Tsunami criminal, resultas del autodestructivo guante de seda impuesto -en el marco de la politizada paz total-, a las descorazonadas, desmoralizadas, desmotivadas, maniatadas: fuerzas -pública y policiales- en el manejo del orden público; gollería que fortificó las ensoberbecidas narcoguerrilla y delincuencia común; distracción que les permitió -para asombro- apoderarse de extensos territorio por ellos ‘liberados’ en Antioquia, Arauca, Catatumbo, Cauca, Chocó, Norte de Santander, donde ‘gobiernan’, crecen como verdolaga de playa, se mueven como Juan por su casa.

Fracasada, impresentable, negligente política engendrada por el grotesco profeta de desastres; que padece la enfermedad de la soberbia, quien sistemáticamente invisibiliza -abiertamente- con alambicado, amañado, grandilocuente, fraguado blablablá, su desatendida función misional, gobernar, tampoco enfrenta con firmeza la inseguridad, la subversión; vacío -perceptible- en lo internacional, con el caso de la diáspora venezolana expatriada por el mundo; el ignorado fraude electoral y los delitos de lesa humanidad conexos, cubiertos por el presidente Petro, con servil, sinuoso, socarrón, solapado, estruendoso silencio –en todos los idiomas– camuflado bajo el manto de una aparente neutralidad, con el tibio anuncio del “no reconocimiento mientras el patibulario Maburro no muestre las actas”.

Robo que con total desfachatez justificó -en paralelo- graduando al maloliente mercachifle de ‘rebelde con causa’. Estratagema del curtido cómplice del Idiota de marras  que, en su afán -enfermizo- por promoverse mediáticamente -a rajatabla- como redentor del mundo, le importa un carajo hundir, incendiar, quebrar el país, poblarlo -como viene ocurriendo- de cientos de miles de muertos, viudas, huérfanos, lo que deja al descubierto el hipócrita doble juego de alias “Aureliano» -excomandante del temido M19-; mote entresacado de la autobiografía: «Una vida, muchas vidas«, que lo empelota a semejanza de El rey desnudo, cuento de Andersen publicado en 1837.

Coyuntura de la COP16 que debiera servir al Gobierno para anunciar la salvación de la ‘palma de cera del Quindío’ -la más alta del mundo-, relegado árbol nacional -en vía de extinción-, declarado por el gobierno de Belisario Betancur (1923-2018), según la ley 61 de 16/09/1985, primer presidente en apostarle a la paz negociada, quien orgullosamente hizo poner de pie a las Naciones Unidas en 1983, que lo aplaudió por más de cinco minutos, en reconocimiento a su magnífico discurso -de gran factura literaria-, calificado de poético, lo que contrasta con la mal aderezada bazofia, ladrillo del impredecible, retórico, sectario, visceral presidente Petro.

Bogotá, D.C., 19 de octubre de 2024.

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